¿Los Animales Conocen su Ignorancia al Igual que Sócrates?

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La Metacognición en Animales: Un Hallazgo Inesperado

En 2005, un laboratorio de Neurofisiología en Bethesda, un suburbio al noroeste de Washington D.C., fue testigo de un descubrimiento inesperado. En esa instalación, un macaco rhesus macho de seis años participaba en una prueba cognitiva conocida como matching-to-sample, diseñada para evaluar su memoria.

El protocolo del experimento era sencillo. El macaco debía tocar una imagen en la pantalla táctil, y luego, tras un intervalo de tiempo variable, elegir entre varias imágenes la que había visto previamente. Solo recibiría una recompensa si acertaba. Sin embargo, en esta ocasión, el comportamiento del animal resultó sorprendente: en lugar de seleccionar las imágenes suavemente, a veces comenzaba a golpear la pantalla con fuerza, lo que resultaba en respuestas erróneas.

Este comportamiento invita a la reflexión sobre la naturaleza de la metacognición, que se refiere a la capacidad de evaluar nuestras propias habilidades cognitivas y anticipar el éxito o el fracaso de nuestras respuestas. Durante mucho tiempo se consideró que esta capacidad era exclusiva de los seres humanos. Sin embargo, investigaciones recientes han desafiado esta creencia, revelando que otros animales también pueden presentar señales de metacognición.

El Origen de la Metacognición en Animales

El primer indicio de metacognición en animales se observó a finales de la década de 1970 en una chimpancé llamada Sarah, que pasó la mayor parte de su vida en el Primate Laboratory de la Universidad de Pensilvania. Se la entrenó para comunicarse con humanos y para resolver problemas complejos. Un experimento revelador constató que, cuando Sarah no sabía la respuesta, miraba fijamente las fichas, lo que muchos investigadores interpretaron como un indicio de reflexión interna sobre su conocimiento.

En otro célebre experimento, Sarah debía elegir entre dos recipientes opacos, de los cuales solo uno contenía una mejor recompensa. Ella solo «espiaba» el contenido de uno cuando no estaba segura de su elección, lo que sugiere que podía monitorizar su propio conocimiento. Este descubrimiento abrió un intenso debate sobre la verdadera naturaleza de la metacognición en animales.

Clasificación de la Metacognición

Con los años, científicos y filósofos han identificado dos tipos de metacognición: declarativa y procedural. La metacognición declarativa implica una reflexión explícita sobre lo que se sabe, requiriendo lenguaje y conciencia conceptual. Por otro lado, la metacognición procedural se manifiesta a través de sensaciones internas que guían el comportamiento, como el momento en que se siente que una palabra está «en la punta de la lengua». Esta última es la forma de metacognición que se ha empezado a evaluar en animales no humanos.

Pruebas de Metacognición en Especies No Humanas

Un método común para evaluar la metacognición en animales es el paradigma opt-out, donde los sujetos enfrentan tareas que pueden variar en dificultad. Los animales tienen la opción de intentar resolver la tarea o retirarse obteniendo una recompensa menor pero segura. La metacognición se infiere cuando los animales eligen estratégicamente la opción de rechazo en tareas difíciles, sugiriendo una falta de confianza en su conocimiento.

Este fenómeno ha sido observado en grandes simios, delfines, ratas e incluso abejas, mientras que especies como zorros o palomas no han mostrado este comportamiento. Sin embargo, existen discrepancias en la comunidad científica respecto a si estas conductas son prueba de metacognición o si se pueden explicar a través de mecanismos más simples, como el aprendizaje asociativo.

Avances y Hallazgos recientes

Recientes investigaciones han afinado los métodos experimentales para eliminar posibles explicaciones alternativas y han llegado a un consenso razonable: al menos algunas especies de grandes simios y monos poseen cierta capacidad de metacognición procedural. Un estudio de 2022, publicado en Nature, identificó en macacos el área cerebral asociada con esta capacidad.

Este estudio, que involucraba tareas de memoria, descubrió que los macacos podían elegir entre diferentes niveles de confianza en sus respuestas. Cuando se les proporcionó estimulación magnética transcraneal a una zona específica del lóbulo prefrontal, su capacidad de juzgar su confianza se vio afectada, eligiendo respuestas de forma aleatoria pese a mantener intacta su memoria visual.

Así, aunque se han dado pasos significativos en la comprensión de la metacognición en animales, persisten muchas preguntas sobre sus mecanismos y el contexto en el que se desarrolla. No obstante, los avances científicos nos acercan cada vez más a comprender que hay animales que también son conscientes de lo que saben.

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