Las Elecciones y el Cambio en la Comunicación Democrática
Recordar las jornadas electorales de mi infancia evoca emociones intensas. Acompañar a mi padre al puesto de votación y sumergir el dedo en el frasco de tinta indeleble color vino tinto era una experiencia fascinante. Esa noche, mientras dormía, los resultados electorales se transmitían en la radio, y al día siguiente llegaba al colegio con el dedo marcado, símbolo de mi participación democrática.
Las Primeras Elecciones: 1982
Las primeras elecciones que recuerdo son las de 1982, cuando tenía ocho años. Cuestioné y observé a los candidatos en el primer televisor a color de mi hogar, que llegó con motivo del mundial de fútbol celebrado en España. En esta contienda, participaron figuras notables como Alfonso López Michelsen del Partido Liberal, Belisario Betancur del Partido Conservador, Luis Carlos Galán del Nuevo Liberalismo y Gerardo Molina de un movimiento de izquierda llamado FIRMES. La victoria de Belisario, bajo el lema “Sí se puede”, marcó el inicio de mi interés en el panorama electoral colombiano.
El Papel de los Medios en la Democracia
Desde ese momento, comencé a seguir de cerca las elecciones y la información que circulaba en los medios. En un contexto en el que los noticieros tenían posiciones políticas claras, las familias influyentes establecieron plataformas que promovían debates significativos. Noticieros como TV Hoy, 24 Horas, Criptón y AMPM, así como diarios pertenecientes a familias como los Santos y los Cano, sirvieron como focos de información y discusión.
Aquel periodo contaba con un pacto de confianza entre la ciudadanía y los medios de comunicación. Sin embargo, la transformación de la percepción pública ha sido drástica; la confianza se ha fragmentado significativamente. El avance hacia una comunicación digital ha dado paso a un paisaje donde las audiencias se agrupan en burbujas definidas por las redes sociales y algoritmos, llevando el foco hacia una conversación pública centrada en la emoción más que en la razón.
La Nueva Era de la Información
En la actualidad, la atención de las audiencias está dispersa entre miles de mensajes simultáneos en plataformas digitales. La política ahora se define en espacios cerrados y redes sociales, donde los memes y las tendencias diseñadas a partir de emociones dominan la conversación. Este cambio ha sido evidente en distintos eventos clave como el Brexit y las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016.
Sin embargo, el desafío que enfrentamos es de naturaleza cultural más que tecnológica. Las redes sociales, concebidas para fomentar conexiones, se han transformado en plataformas donde el conflicto y la provocación prevalecen, alterando las dinámicas de la conversación pública y menoscabando el valor del lenguaje.
El Ascenso de los Influencers
Entre estos nuevos medios de comunicación, destacan los ‘influencers’, cuyo impacto en la opinión pública es considerable. Estos actores, a menudo sin formación en periodismo o análisis político, utilizan formatos que generan rápida atracción y permiten que commentarios, no siempre fundamentados, se conviertan en narrativas influyentes. En este contexto, la ética se desvanece y la verdad se diluye en un mar de desinformación.
Retos para el Futuro de la Democracia
Es crucial reflexionar sobre cómo reconstruir una ética y crítica ciudadana en el ecosistema digital actual. Se necesita una educación que forme ciudadanos críticos capaces de discernir entre información y desinformación. El futuro dependerá de nuestra capacidad para educar a las nuevas generaciones en el valor del lenguaje y la argumentación, fomentando debates respetuosos y constructivos.
No se trata de idealizar el pasado, sino de aprender de aquellos tiempos en los que el debate político, como el histórico encuentro entre Álvaro Gómez y Luis Carlos Galán en 1986, ofrecía lecciones de argumentación y respeto. La brújula de la democracia no puede reducirse a impulsos instantáneos de clics o reacciones. El lenguaje, ese símbolo vital de nuestra humanidad, debe ser restaurado como un recurso esencial en la conversación pública.
