Óscar Naranjo: Un referente en la lucha contra el crimen organizado en América Latina
El general Óscar Naranjo, con 68 años y originario de Bogotá, ha sido una figura clave en el análisis de la violencia en América Latina durante más de cuatro décadas. Su carrera es un reflejo de la transformación y de las limitaciones que enfrentan los Estados en su lucha contra el crimen organizado. Naranjo fue instrumental en la caída de los carteles colombianos en los años noventa, lideró los servicios de inteligencia en tiempos de crisis, impulsó reformas policiales que profesionalizaron las investigaciones criminales y, como vicepresidente, participó en la creación de los acuerdos de paz que fueron cruciales para el futuro de Colombia.
Desafíos actuales en la seguridad de la región
Naranjo expresa su inquietud sobre la situación actual de seguridad, la cual describe como el resultado de un ciclo prolongado de fracasos. Destaca la fragmentación del crimen organizado en estructuras territoriales disfuncionales, el predominio de ideologías que dificultan la implementación de políticas basadas en evidencia, la creciente militarización de la seguridad y la aparición de organizaciones criminales que compiten con el Estado por legitimidad social.
En una reciente videollamada, Naranjo advierte que los esfuerzos no deben centrarse únicamente en neutralizar líderes criminales o desplegar fuerzas militares, sino en reconstruir las capacidades institucionales del Estado y devolver el sentido al estado de derecho.
La fragmentación del crimen organizado
Según Naranjo, América Latina ha visto una evolución en las estructuras de criminalidad, que ahora son más diversificadas y territoriales. Estas organizaciones, lejos de las ambiciones de poder político de los grandes carteles del pasado, buscan controlar territorios y establecer reglas de conducta. Un ejemplo es el tren de Aragua, una organización que ha logrado penetrar 11 países en la región tras la pandemia, enfocándose en el microtráfico, la extorsión y la trata de personas.
Propuestas para combatir la violencia
Para avanzar hacia resultados duraderos en la lucha contra el crimen, Naranjo insta a retirar la discusión de seguridad de los extremos ideológicos. Propone un enfoque que combine políticas públicas basadas en evidencia, investigación y fortalecimiento institucional en lugar de recurrir a una respuesta militarizada. Este enfoque se vuelve aún más necesario considerando la reconfiguración del crimen post-pandemia, donde las organizaciones han buscado legitimidad social.
La extorsión: un reto persistente
Naranjo destaca que la extorsión, un fenómeno que ha crecido en las últimas dos décadas, ha erosionado elementos fundamentales del Estado de derecho. Para combatirla, sugiere facilitar mecanismos para que las denuncias sean más anónimas y colectivas, lo que permitiría que las autoridades actúen de oficio y reduzcan el miedo entre las víctimas.
La necesidad de una inteligencia efectiva
Con su experiencia en inteligencia, Naranjo enfatiza que la efectividad no debe recaer únicamente en equipos especializados, sino que debe ser un esfuerzo colaborativo que incluya a la academia y a la ciudadanía. La falta de rendición de cuentas ha contribuido a la ineficacia de las instituciones de seguridad, lo que a su vez dificulta la confianza ciudadana.
Realidades en México y Colombia
En el contexto de México, Naranjo señala que la administración de Claudia Sheinbaum ha mostrado oportunidades para rectificar políticas de seguridad, resaltando la importancia de nombrar a un secretario técnico y no militar. En Colombia, el gobierno de Gustavo Petro enfrenta el desafío de reconstruir la seguridad territorial y garantizar la implementación del acuerdo de paz de 2016, a pesar de la fragmentación de grupos armados.
El papel de Estados Unidos en el combate al crimen
Finalmente, Naranjo subraya que la colaboración con las agencias estadounidenses debe ser horizontal, respetando la soberanía de cada país y buscando soluciones conjunta. La clave está en demostrar que los resultados efectivos provienen de estrategias basadas en inteligencia y de judicialización, en lugar de caer en la tentación de militarizar la lucha contra el narcotráfico.