La oposición política que en un futuro buscará disputarle el control del Estado mexicano a Morena podría surgir desde sus propias filas. Existen interrogantes respecto a quién será el próximo líder disidente, comparable a figuras como Cuauhtémoc Cárdenas o Andrés Manuel López Obrador, y cuánto tiempo les llevará alcanzar el poder a quienes decidan fundar un nuevo partido. El Partido de la Revolución Democrática (PRD) fue creado por exmiembros del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que surgió como una respuesta institucional a un movimiento mucho más amplio y popular: la Revolución Mexicana. Es importante señalar que la historia del PRI incluye fases previas como el Partido Nacional Revolucionario (PNR) y el Partido de la Revolución Mexicana (PMR).
La hegemonía del PRI fue interrumpida por los políticos que formaron el PRD, quienes años más tarde fundaron el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Este último ha absorbido a un gran número de exmiembros del PRI, especialmente a operadores locales. Desde el inicio de la Revolución Mexicana, que ya lleva 115 años, solo 12 de ellos han sido gobernados por presidentes del Partido Acción Nacional (PAN), que nunca se ha considerado heredero de la tercera transformación. Morena, que proviene del PRD y, por ende, del PRI, retoma los valores revolucionarios y critica a sus predecesores por haber traicionado esos principios durante el periodo neoliberal.
La existencia de Morena puede interpretarse como un reflejo de los efectos de la Revolución Mexicana y de la tercera transformación. El descontento de la sociedad mexicana encontró un cauce institucional a través de Morena, de la misma manera en que el PRI intentó institucionalizar el movimiento revolucionario. Sin embargo, el malestar colectivo provocado por las políticas neoliberales y el autoritarismo del PRI también ha dejado su huella en el ascenso de Morena. A pesar de ello, no todo el espíritu revolucionario ha sido captado por este partido.
Un aspecto crítico que cuestiona la etiqueta de «Cuarta Transformación» (4T) en el contexto actual es el tratamiento de las fuerzas armadas, especialmente del ejército. Un ejemplo ilustrativo es el error del presidente Francisco I. Madero al mantener al Ejército Federal del porfiriato. No fue sino hasta el Tratado de Teoloyucan, en 1914, que se disolvió dicho ejército, dando paso al Ejército Constitucionalista, que marcó el verdadero final del antiguo régimen. En contraste, en la actual 4T, hemos visto una continuidad y fortalecimiento de las fuerzas armadas, en lugar de un rompimiento con el pasado neoliberal.
Andrés Manuel López Obrador incluso condecoró al general Salvador Cienfuegos, ex Secretario de Defensa en el gobierno de Enrique Peña Nieto. Cienfuegos, quien fue detenido en Estados Unidos por vínculos con el narcotráfico, ha sido mencionado en el contexto de la búsqueda de justicia por la desaparición de 43 estudiantes en Ayotzinapa. A pesar de su historial, López Obrador cambió su postura hacia él, llegando incluso a exonerarlo en México.
Otro elemento crucial de la tercera transformación es la creación de una nueva constitución, como sucedió en 1917. Las reformas implementadas desde 2018, incluidas la reforma judicial, no se equiparan a una convención constituyente que realmente represente al pueblo. La reforma indígena, que fue impulsada por el movimiento indígena, sufrió limitaciones significativas. Temas esenciales, como el derecho de los pueblos indígenas a controlar su territorio y a estar representados políticamente, fueron excluidos. En comparación con la reforma agraria, que significó un cambio estructural profundo, la 4T ha sido menos contundente en su impacto, aunque es cierto que se ha reducido la concesión de terrenos mineros.
A pesar de haber disminuido las hectáreas concesionadas en un 45.3% respecto a las otorgadas por Felipe Calderón y un 20.8% con respecto a Peña Nieto, aún se espera la prohibición de la facturación hidráulica, que ha dañado severamente los territorios, y la reversión de reformas que han afectado la propiedad ejidal. Estos y otros aspectos continúan abriendo el debate sobre la definición de la Cuarta Transformación en México.
Por todo lo anterior, resulta desafiante afirmar que la 4T representa una cuarta transformación en la vida pública del país. Muchos consideran que aún seguimos bajo la influencia de la tercera transformación. Afortunadamente, el surgimiento de Morena y la llamada “revolución de las conciencias” no costaron un alto precio en vidas, como sucedió con la Revolución Mexicana, aunque también ha habido pérdidas. Es importante recordar que ningún partido político puede capturar completamente el espíritu revolucionario de las clases populares, ni sus ideales ni luchas.