Desde su fundación en 1948 en Bogotá, la Organización de Estados Americanos (OEA) ha sido un pilar para la promoción y defensa de la democracia y los derechos humanos en el continente americano. Creada en un contexto de posguerra, la OEA respondió a la necesidad de Estados Unidos de consolidar un orden internacional en el hemisferio occidental, que se ha mantenido notablemente libre de conflictos bélicos entre países, a diferencia de otros continentes como Europa.
Un claro ejemplo de esta dinámica fue la crisis de los misiles en 1962, donde la inminente instalación de misiles soviéticos en Cuba llevó al mundo al borde de un enfrentamiento nuclear. Desde entonces, Estados Unidos no solo ha evitado guerras en su territorio, sino que también ha proyectado su poder militar a miles de kilómetros, como lo evidenció su intervención en Vietnam.
Cambios en el panorama global
Sin embargo, en la actualidad, el liderazgo global de Estados Unidos enfrenta nuevos desafíos debido a la aparición de actores económicos y tecnológicos que abogan por un mundo multipolar. En respuesta, la administración de Donald Trump ha decidido enfocar su atención en su zona de influencia más cercana: América Latina y el Caribe.
Reedición de la Doctrina Monroe
Esta semana, Trump presentó la Estrategia de Seguridad Nacional 2025, un documento que refleja una “restauración sensata y contundente” del poder estadounidense. Esta estrategia se asemeja a la Doctrina Monroe (“América para los americanos”), aunque con un enfoque que excluye a los países de la región, situando únicamente a Estados Unidos como representante legítimo del continente. Este enfoque se manifiesta en importantes acciones, como la movilización naval en el Caribe y la reforma en la guerra contra las drogas, que han sido utilizadas como justificación para intervenciones en varios países, incluyendo un embargo contra Venezuela que perjudica gravemente a su población.
Trump está claramente redefiniendo las prioridades estratégicas bajo el lema «America First», priorizando los intereses nacionales sobre cualquier agenda global. A su vez, la dinámica actual parece sugerir un nuevo reparto del mundo, similar al histórico acuerdo de Yalta, donde diversos conflictos e intereses entre potencias, como los movimientos de Rusia en Ucrania o las tensiones entre China y Japón, reflejan una competencia que también se da en América Latina.
La relevancia de la OEA
En este contexto, surge la pregunta: ¿qué papel juega la OEA? La administración Trump muestra desdén por el multilateralismo, considerándolo un obstáculo. A pesar de sus limitaciones, la OEA representa un avance civilizatorio en la defensa de los derechos humanos y el establecimiento de un foro donde los estados más pequeños pueden ser reconocidos por los más grandes. Existe la necesidad de este espacio deliberativo ante la posibilidad de intervenciones militares estadounidenses en la región.
El Secretariado de la OEA tiene la facultad de llevar asuntos que puedan afectar la paz y seguridad del continente ante la Asamblea General, lo que puede ser crucial en tiempos de tensiones internacionales. Con más de 70 Estados observadores permanentes, incluyendo a la Unión Europea, la OEA sigue siendo un foro relevante para discutir los desafíos hemisféricos actuales.
Una carta reciente dirigida al Secretario General de la OEA, Alberto Ramdin, por un grupo de juristas de diversas nacionalidades, subraya las amenazas bélicas unilaterales de Estados Unidos bajo el pretexto de seguridad regional. Estos juristas han calificado ciertos ataques en el Caribe como ejecuciones extrajudiciales, lo que pone de relieve la urgencia de un enfoque conjunto en defensa de la soberanía y la paz.
La reiteración de la Doctrina Monroe debe ser enfrentada con unidad entre los países americanos, priorizando la democracia, el Estado de derecho y el respeto a los derechos humanos. La OEA tiene la responsabilidad de mantenerse a la altura en este contexto complejo.
