Artículos de opinión basados en datos verificados, que respetan a las personas aunque critiquen sus actos.
Por todos —absolutamente todos— los lectores que merecen una hora larga de felicidad y sosiego en este nuevo año que comienza.
Por todas las mujeres que madrugan, los escritores de madrugada, los niños que leen por curiosidad y las niñas que sueñan. Por los médicos y enfermeras que cuidan a los enfermos, los anónimos que ayudan a los demás, y los miles que no siempre tienen la razón. También por los filatélicos, amigos que juegan ajedrez sin preocuparse por el resultado, y por aquellos que cocinan comidas enormes o dulces selectos. La labor de joyeros, cartógrafos, albañiles, poetas y de todos los que contribuyen en el día a día es valiosa.
Desde el niño que juega béisbol en un temporal hasta el ciclista atemporal, pasando por el taxista, el panadero y el guitarrista que memoriza poemas. Con el viejo ciego que lee libros como si fueran Braille, y el compositor que crea melodías inolvidables. Por el dentista que se concentra en su trabajo y el mecánico que anota historias de vehículos, y por el piloto que observa el amanecer desde lejos.
Esta lista incluye a los arquitectos que sueñan con edificios imposibles, a la mujer ingeniera que ha construido puentes inamovibles, y al cantinero que se considera psicoanalista. Cada individuo, desde el trapecista en vuelo hasta el abogado de los árboles, aporta algo al mundo.
Todos, sin excepción, merecen una hora larga de felicidad y sosiego en este año en curso, con la satisfacción de soltar la uva del racimo.
Sobre la firma
Autor de múltiples cuentos y novelas, ha colaborado en diversas revistas sobre la historia de México. Es columnista desde 2013.
