La historia de Colombia se caracteriza por sus constantes desafíos en la búsqueda de la paz y la democracia. En este contexto, es interesante realizar un paralelismo entre las presidencias de Belisario Betancur y Gustavo Petro. Ambos mandatarios compartieron un enfoque central en su discurso: la paz, aunque las circunstancias en las que operaron son marcadamente diferentes.
Belisario Betancur, al asumir el poder, proclamó un firme compromiso con la paz, expresando su deseo de «levantar una bandera de paz» y «ofrecerla a todos» los colombianos. Sin embargo, su sueño se desvaneció durante la tragedia del Palacio de Justicia en noviembre de 1985, donde la sangre corrió por las calles y se puso en entredicho su verdadero compromiso con la paz.
Los ecos del pasado
Similarmente, Gustavo Petro ha manifestado su intención de transformar a Colombia en una «potencia mundial de la vida». No obstante, esta consigna se ha visto manchada por la reciente decisión de bombardear un campamento guerrillero en Guaviare, resultando en la muerte de al menos 15 menores. A pesar de las diferencias políticas y militares entre ambos presidentes, sus justificaciones para acciones controvertidas ponen de manifiesto cómo las decisiones de Estado pueden contradecir sus ideales declarados.
Justificaciones en el contexto de la ley
En el caso de Betancur, la defensa de su origen legal para el asalto al Palacio de Justicia se basó en que esta acción fue «dentro de la ley». Sin embargo, su argumento fue desmantelado por el entonces Procurador General, quien subrayó que no se podía abordar el tema únicamente desde el ámbito legal, sino que había que considerar el Derecho Internacional Humanitario.
Por su parte, Petro defiende su decisión de bombardear el campamento guerrillero argumentando que las acciones se ajustan al Derecho Internacional Humanitario y que los menores, al ser reclutados y armados, se convierten en objetivos legítimos. Asegura que detener los bombardeos solo incentivaría el reclutamiento de más niños por parte de grupos armados, un fenómeno que ya ha alcanzado preocupantes niveles en el país.
Retos de liderazgo
Ambos presidentes enfrentaron la presión de la violencia y la criminalidad organizada, lo que los llevó a optar por decisiones alineadas con lo que Max Weber denomina “ética de responsabilidad”, donde deben sopesar las consecuencias de sus acciones. En este sentido, Petro también ha presentado cifras que indican la recuperación de 2,411 menores involucrados en conflictos armados durante su gestión.
La situación de Betancur tras el magnicidio del ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, también muestra cómo el contexto violento forzó decisiones cruciales, como el cumplimiento del tratado de extradición con Estados Unidos, a pesar de sus reticencias iniciales.
Conclusiones sobre la búsqueda de paz
Observando ambas administraciones, surgen tres conclusiones fundamentales. Primero, la estrecha relación entre los grupos armados ilegales y el narcotráfico dificulta notablemente la consecución de la paz. Segundo, la implicación de estos grupos en actividades criminales ha borrado su legitimidad social, convirtiéndolos en instrumentos de enriquecimiento personal más que en defensores de causas políticas o sociales. Por último, ambos mandatarios han luchado contra un establecimiento político reacio al cambio, que ha obstaculizado sus reformas y el avance hacia una paz duradera.
La aspiración de Belisario Betancur de unir al país y la retórica de Petro en su discurso de posesión reflejan un deseo común: construir un Colombia unida y fuerte. Sin embargo, esta aspiración se ha enfrentado a complejidades que han limitado su efectividad. A medida que el país se acerca a las elecciones de 2026, es imperativo reflexionar sobre estos desafíos y la necesidad de un compromiso genuino con la paz y la cohesión social.