“Nosotros somos inocentes”, clamaban los habitantes del municipio de Buenos Aires, Cauca, tras sufrir nueve horas de intensos combates entre las disidencias del Frente Jaime Martínez del Estado Mayor Central (EMC) y el Ejército Nacional el pasado martes. El ataque a la estación de policía involucró el uso de menores de edad, según informó el ministro de Defensa, Pedro Sánchez. Esta situación se produce en un contexto en el que el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) había advertido sobre el alarmante reclutamiento forzado de niños y adolescentes en su informe. En tres años, el CRIC ha documentado 750 casos; en 2024, un 67% de los casos del país se registró en este departamento, uno de los más afectados por diversos grupos ilegales en Colombia.
Yiner Quiguantar, líder de la juntanza de jóvenes de la minga del suroccidente, ha rescatado a decenas de infantes y adolescentes de la violencia. Entre ellos, la niña más joven tenía apenas ocho años, rescatada en el norte del Cauca en 2022. Quiguantar, quien ha crecido en medio del conflicto armado y la violencia contra las comunidades indígenas, ha enfocado su liderazgo en recuperar a aquellos que han sido forzados a participar en la guerra. “Ser líder aquí es un desafío constante. Buscamos mantenernos vivos no solo físicamente, sino espirítuamente”, asegura.
Según el documento No parimos hijos para la guerra, elaborado por el Observatorio de Derechos Humanos del CRIC, los niños indígenas son uno de los principales objetivos de las estructuras ilegales. “Las violencias, tanto directas como indirectas, y la vulneración de los derechos de los menores, son constantes”, comenta Eduin Capaz Lectamo, coordinador del programa Defensa de la Vida y Derechos Humanos.
Entre las múltiples violencias que enfrentan estos jóvenes y niños destaca una preocupante característica que atrae a los grupos ilegales: la formación política y el conocimiento del territorio de los jóvenes que forman parte de las guardias indígenas, especialmente del pueblo Nasa. Desde pequeños, estos jóvenes son instruidos sobre la importancia de su fuerza cultural y la protección de su entorno. Sin embargo, los estereotipos que los rodean han generado una romantización de su participación en la guerra, provocando un ciclo de violencia continua. “Se afirma que los caucanos son guerreros, preparados para la guerra, lo que ha deteriorado aún más el contexto cultural”, agrega Capaz.
Reclutamiento y Estrategias Ilegales
La situación se ha agravado; en muchas comunidades, el reclutamiento forzado se ha normalizado y a menudo se culpa a las víctimas. Aquellos que se atreven a oponerse corren el riesgo de perder la vida. Un trágico ejemplo es el asesinato de la mayor indígena Carmelina Yule en 2024. Eduin Capaz advierte que estos sucesos han impactado profundamente el tejido social de las comunidades del suroccidente colombiano. “Nuestra identidad, cultura y organización se están viendo destruidas”, lamenta.
El informe del CRIC también revela que en varias regiones del departamento los grupos ilegales han establecido “centros de entrenamiento” donde inicialmente recluyen a niños y adolescentes. Se estima que más de 1,000 menores han sido reclutados por disidencias de las extintas FARC u otros grupos desde 2022, una cifra que podría ser mucho mayor debido al subregistro del fenómeno.
Reconfiguración del Conflicto
A medida que el conflicto en Colombia ha evolucionado, también lo han hecho las estrategias de los grupos delincuenciales para atraer a niños y jóvenes. Además de atacar escuelas y espacios comunitarios, estos grupos están utilizando redes sociales como herramientas de propaganda. La organización Vivamos Humanos documentó este fenómeno en su investigación El algoritmo en el conflicto armado, donde el Cauca se destaca nuevamente en los reportes de reclutamiento.
La propaganda en redes sociales es accesible; al explorar plataformas como TikTok se pueden encontrar perfiles que idealizan la guerra y el uso de armas. En comunidades donde faltan alternativas viables y la presencia institucional es escasa, este contenido promueve la normalización del conflicto armado. La disidencia autodenominada Estado Mayor Central, liderada por alias Iván Mordisco, ha utilizado estas tácticas para convertir al Cauca en su fortín.
Desafíos y Lucha por la Vida
Los esfuerzos de Quiguantar y el CRIC para combatir el reclutamiento de menores han salvaguardado muchas vidas, a menudo de manera silenciosa y solitaria. Los mecanismos del Estado siguen siendo ineficaces, como ha señalado el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, advirtiendo que el reclutamiento sigue en aumento. Quiguantar ha sido consciente de que su labor implica enfrentarse a muchos adversarios. “El contexto del departamento nos impulsa a seguir organizándonos y defendiendo la vida”, afirma.
Los líderes locales coinciden en la urgencia de denunciar y actuar. El reciente ataque en Buenos Aires demuestra la necesidad de avanzar en estrategias efectivas para combatir este fenómeno, incluida la búsqueda de diálogo con el Comisionado para la Paz, Otty Patiño. Sin embargo, la falta de resultados en negaciones así como la ausencia de avances en la protección de la infancia exacerban la problemática.
Quiguantar enfatiza que es crucial no solo trabajar en medidas de seguridad, sino también en la prevención. El arte, como ha observado en su propio proceso y en el de otros jóvenes que ha rescatado, puede ser una herramienta de salvación. Los niños del Cauca son inocentes, pero siguen siendo una parte clave del conflicto armado en Colombia.
