La proliferación de precandidatos presidenciales en Colombia, que ya suma 100 postulantes, plantea interrogantes sobre su origen y sus implicaciones. En la primera semana de noviembre, se registraron 68 candidatos que buscan apoyos mediante firmas, sin contar a los que se alinean con los 32 partidos políticos del país, lo que marca una situación inédita en la historia de las elecciones colombianas.
Este fenómeno evidencia una crisis de liderazgo político y agotamiento de la tecnocracia, que ha dominado tanto en el gobierno como en el sector empresarial. Un patrón recurrente de apellidos y caras conocidas se repite en las últimas administraciones, incluyendo el primer año del gobierno de Gustavo Petro. La perpetuación de estos líderes no ha traído consigo avances significativos para superar problemas estructurales como la violencia, la impunidad y la corrupción.
Desigualdad y recetas agotadas
Asimismo, la aparición de tantos candidatos refleja un descontento generalizado con las recetas políticas tradicionales. En términos de paz y desarrollo económico, los sucesivos gobiernos han estado marcados por privatizaciones y una exportación continua de materias primas, lo que ha generado beneficios económicos, pero privilegia a una élite reducida. La desigualdad de ingresos se mantiene alarmantemente alta, con un coeficiente de Gini en 54,8 en 2022, siendo solo superada en este indicador por Puerto Rico, Namibia y Sudáfrica.
La falta de propuestas innovadoras ha reducido las campañas a luchas por el poder burocrático y administrativo, mientras que la oposición, en su radicalismo, ha centrado sus ataques en Petro sin ofrecer alternativas viables. La crisis es tal que la candidatura de personajes incluso poco conocidos despierta interés en un electorado cansado de la repetición de los mismos líderes.
La crisis también se extiende a los partidos políticos, muchos de los cuales se perciben como instrumentos de ambición personal más que como plataformas con proyectos definidos. Esto ha llevado a la creación de 79 comités independientes que buscan participar en las elecciones al Congreso, sintiéndose al margen de la disciplina partidaria y buscando mayor autonomía.
Las familias presidenciales
Los expresidentes, en particular César Gaviria, Álvaro Uribe y Andrés Pastrana, han contribuido a la estancación democrática. Su prolongada experiencia en la política ha impedido la llegada de nuevas voces y propuestas. En un contexto donde el peso político de las «familias presidenciales» es considerable, el surgimiento de Petro ha reconfigurado el panorama político, permitiendo que figuras ajenas a estas dinastías se postulen y reciban apoyo.
El caso del Partido Liberal es emblemático: Gaviria ha dominado la organización durante dos décadas, limitando el ascenso de nuevas generaciones que podrían haber sido candidatos presidenciales. Este patrón es similar en el Partido Comunista y otros grupos políticos que se sienten atrapados en la burocracia y la repartición del poder.
La insaciable sed de cambio
A lo largo de los últimos años, la sociedad colombiana ha manifestado un creciente deseo de cambio. Figuras como Antanas Mockus o el exmagistrado Carlos Gaviria han resonado con este clamor. En 2022, tanto Gustavo Petro como Rodolfo Hernández lograron captar esta inquietud, cada uno desde su perspectiva. Las encuestas actuales muestran que esta necesidad de cambio persiste, con nuevos nombres como Iván Cepeda, Abelardo De la Espriella y Sergio Fajardo, todos ellos fuera del círculo de los «líderes eternos».
El continuo auge de nuevos candidatos indica que los colombianos comienzan a cuestionar los estándares tradicionales de liderazgo y están dispuestos a explorar nuevas propuestas políticas.