A las 18:16 del miércoles comenzó un angustiante episodio para una mujer identificada como Sara. Recibió una llamada automática en la que la nombraban «Esther» y la vinculaban con una deuda del Banco Azteca relacionada con una tal Joanna. Sin embargo, Sara no tiene la menor idea de quiénes son estas personas ni de las deudas que se mencionan. Tras recibir 1,338 llamadas en un periodo de 12 horas, su situación se ha vuelto insostenible. Este acoso ha sido documentado, y el servicio de atención al cliente del banco está al tanto, aunque ha sido en vano.
A pesar de haber informado repetidamente al Banco Azteca que no es la persona buscada, el asedio telefónico ha continuado. Sara ha presentado quejas ante el Registro de Despachos de Cobranza (Redeco) y se ha inscrito en el Registro de Usuarios de Servicios de Crédito (REUS), pero sus esfuerzos han sido en vano. La insistencia de los servicios de cobranza se basa en un número de teléfono aleatorio, lo que ha convertido su vida diaria en un infierno.
Las estadísticas respaldan su experiencia; entre enero y junio de este año, Redeco ha recibido más de 90,000 quejas contra instituciones financieras. De ellas, los reclamos de personas que no son los deudores han aumentado un 44.5% en comparación con 2024. Esta situación refleja un problema creciente relacionado con el acoso telefónico y la falta de efectividad en la cobranza por parte de estas entidades.
Frente a la actual crisis, Sara se encuentra considerando cambiar de número telefónico o esperar que su caso se vuelva viral, con la esperanza de contactar a Joanna o Esther y ayudarles a saldar su deuda. Sin embargo, puede que la posibilidad de que el Banco Azteca reconozca su error y se disculpe por el acoso sea poco probable, al igual que la eficacia de las instituciones diseñadas para proteger a los ciudadanos.