Impacto de los Bombardeos Aéreos en el Conflicto Colombiano
Durante tres décadas, distintos gobiernos en Colombia han recurrido a los bombardeos aéreos como una herramienta para desarticular grupos armados, debilitar liderazgos y recuperar territorios. Sin embargo, el impacto de estas operaciones ha sido desigual a lo largo del tiempo. Desde la década de 2000, los ataques aéreos lograron transformar la dinámica del conflicto, pero a partir de 2012, su eficacia se redujo, generando efectos tácticos de corto plazo y consecuencias devastadoras para la niñez reclutada.
La Era de las FARC-EP
Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo (FARC-EP) eran una organización caracterizada por su jerarquía y centralización, liderada por un Secretariado con mando político y militar. Golpear a los altos mandos, como alias Raúl Reyes (2008), alias Mono Jojoy (2010) y Alfonso Cano (2011), tuvo un impacto decisivo en el curso de la guerra. La Fuerza Pública, con apoyo de Estados Unidos, implementó estrategias de inteligencia y contrainteligencia, fortalecidas por el Plan Colombia, que posibilitaron la eliminación progresiva de estos líderes, fracturando así la cohesión interna de la guerrilla y acelerando el camino hacia la negociación de paz.
Los testimonios de exguerrilleros reflejan las múltiples repercusiones de estos bombardeos, desde la eliminación de líderes hasta el impacto psicológico en los combatientes y la población civil. Este uso recurrente de ataques aéreos contribuyó en su momento a la reorganización de las fuerzas guerrilleras y marcó el tránsito hacia el Acuerdo de Paz.
La Estrategia Frente al ELN y el EGC
Aunque el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Ejército Gaitanista de Colombia (EGC) también fueron blancos de operaciones aéreas, a partir de 2012, los bombardeos ya no afectaban de manera estructural a estos grupos. A diferencia de las FARC, los ataques podían eliminar a un comandante regional como Román Ruiz en 2015, pero no alteraban la lógica territorial ni debilitaban la capacidad de recomposición militar de estructuras más fragmentadas y descentralizadas.
Durante la administración del presidente Iván Duque, las operaciones aéreas se convirtieron en un tema polémico. Entre 2019 y 2021, se registraron 31 bombardeos que resultaron en la muerte de 29 menores de edad, lo que generó un creciente rechazo a la política de seguridad gubernamental.
Casos Controversiales y Retos Éticos
Uno de los casos más controvertidos ocurrió el 29 de agosto de 2019, cuando la muerte de alias Gildardo Cucho fue presentado como un éxito en la lucha contra las disidencias; sin embargo, se conoció posteriormente que había menores entre los fallecidos. Similar fue el caso de un bombardeo en Calamar, Guaviare, en marzo de 2021, donde una adolescente de 16 años perdió la vida, y el entonces ministro de Defensa, Diego Molano, hizo declaraciones que reflejaron una visión problemática acerca del riesgo para la niñez en el conflicto.
En septiembre de 2021, un bombardeo en el Litoral de San Juan, Chocó, dejó cuatro menores muertos, y aunque debilitó temporalmente la estructura del ELN, no alteró su control territorial ni su capacidad de reclutamiento en los departamentos de Chocó y Nariño.
Retorno de la Estrategia de Bombardeos
Con la llegada de Gustavo Petro a la presidencia en 2022, se anunció una suspensión de los bombardeos en territorios con riesgo para menores reclutados. No obstante, a partir de 2024, la estrategia se reanudó, con operaciones que resultaron en la muerte de mandos regionales del EGC, aunque su impacto territorial sigue siendo limitado. Las subestructuras de este grupo armado han demostrado una capacidad de reemplazo inmediata, especialmente en regiones clave como Córdoba y Antioquia.
Además, entre agosto y noviembre de 2025, se reportaron bombardeos contra campamentos del Estado Mayor Central (EMC) de las disidencias de las FARC, que resultaron en la muerte de 15 menores, reafirmando las preocupaciones sobre la ética y la efectividad de estas tácticas militares.
Reflexiones sobre la Estrategia Militar
La historia reciente revela una realidad preocupante: desde 2012, los bombardeos no han logrado modificar sustancialmente el curso del conflicto. Aunque eliminan elementos de las estructuras armadas, no generan un cambio efectivo en el control territorial ni detienen el reclutamiento de menores. La guerra sigue adelante, caracterizada por la atomización de la violencia y un aumento en la exposición de la niñez a riesgos inminentes.
Así, la estrategia de bombardeos refleja no solo la incapacidad de transformar la dinámica del conflicto, sino también el vacío que deja la falta de una presencia estatal efectiva en las regiones más afectadas por la violencia.