En un inusual pedido, solicito mi acreditación como periodista en la Casa Blanca, ahora apodada la «Oficina Oral» debido a su decorado poco convencional. Crecí en Washington D.C., donde residí desde los dos hasta los catorce años, y deseo rendir homenaje a la arquitectura perdida de la Casa Blanca, en especial el ala este que fue demolida para crear un nuevo salón de baile. Este cambio recuerda, de manera inquietante, el salón que Adolf Hitler construyó sobre su búnker.
Además, me gustaría asistir a las conferencias de prensa del presidente Donald Trump, donde observaría su comportamiento y confirmaría las acusaciones sobre su incapacidad de comunicarse adecuadamente. Estos eventos se han vuelto un espectáculo de confusión y desinformación, donde el presidente lanza insultos y descalificaciones, con pocos atreviéndose a contradecirlo. Mi intención sería documentar su discurso y resaltar la falta de accountability en su administración.
El título de esta solicitud, “¿Por qué no te callas?”, evoca la famosa frase del rey Juan Carlos de España dirigida al presidente venezolano Hugo Chávez. Quisiera usar este momento para confrontar a Trump con la misma contundencia, quizás incluso transformando su insulto a una reportera en un comentario que lo desafíe a callar y reconocer la magnitud de su retórica ofensiva.
Es innegable que el estilo de comunicación de Trump es profundamente problemático. Desde sus inicios en la política, ha mostrado una misoginia alarmante y una cierta estructura lógica que desvirtúa la verdad. Mi intención en estas conferencias sería preguntar sobre hechos concretos, como su visión sobre el caso Weinstein, que ha implicado una considerable cantidad de testimonios de víctimas, y desentrañar la realidad detrás de las acusaciones que enfrentan figuras públicas.
Interrogaría al presidente sobre la lucha contra el narcotráfico, cuestionando de manera directa si sus tácticas realmente son efectivas y si está consciente de la historia y la geografía del país que dirige. La narrativa actual sobre el comercio de drogas en México exige una respuesta honesta y responsable.
Si no logro mi acreditación, me gustaría recibir un pase para la mañanera en el Palacio Nacional de México, donde también pediría respeto y sentido común en el formato de preguntas y respuestas. La degradación de este espacio, que fue una plataforma para el diálogo, ha llegado a un punto donde se vuelve insoportable y poco productivo, perjudicando el bienestar informativo de la población.
Vivimos tiempos donde toda la información parece estar plagada de desinformación y superficialidad. La necesidad de un diálogo respetuoso y significativo es urgente, especialmente en un mundo donde se exige escuchar a todas las voces, y se palpa un creciente deseo de un cambio real en la narrativa política.