25 años de prisión para los autores de la peor masacre en Argentina

25 años de prisión para los autores de la peor masacre en Argentina

Masacre en Devoto: 47 años de una tragedia olvidada

El 14 de marzo de 1978, durante la oscura dictadura militar en Argentina, una requisa en el pabellón séptimo de la cárcel de Devoto, ubicada en Buenos Aires, desató una represión brutal que terminó con 65 reclusos muertos y más de 80 heridos. Este suceso se considera la mayor masacre registrada en la historia del sistema penitenciario argentino y fue conocido durante mucho tiempo como “el motín de los colchones”, un nombre que distorsionaba la verdadera responsabilidad de los hechos. A 47 años de la tragedia, la Justicia ha calificado finalmente lo sucedido como una “grave violación a los derechos humanos” y ha condenado a dos expenitenciarios por su implicación en el evento.

Veredicto judicial y condenas

El Tribunal Oral Federal N° 5 impuso una pena de 25 años de prisión al exdirector del Instituto de Detención de Devoto, Juan Carlos Ruiz, y al exjefe de la División Seguridad Interna, Horacio Martín Galíndez. Ambos fueron declarados culpables por la imposición de tormentos reiterados a 88 personas, así como por tormentos que llevaron a la muerte de 65. En contraste, el excelador de la División Seguridad Interna, Gregorio Bernardo Zerda, fue absuelto. Las abogadas de la querella y el fiscal general, Abel Córdoba, habían solicitado penas similares para los tres acusados y que los delitos fueran considerados de lesa humanidad.

Durante los alegatos finales, el fiscal Córdoba enfatizó que los acusados “mostraron desprecio por la condición humana de las víctimas”, quienes fueron tratadas con cruel desdén.

Contexto de la masacre

En marzo de 1978, la cárcel de Devoto experimentaba una grave sobrepoblación. A los reclusos comunes se sumaron cerca de mil prisioneras políticas capturadas por la dictadura. Este penal se convirtió en una “cárcel-vidriera”, que las autoridades militares presentaron a organismos internacionales de derechos humanos durante visitas a Argentina, poco antes del Mundial del 78.

En el pabellón séptimo vivían 161 reclusos, aunque solo había camas para 70. La situación era precaria y el único lujo que tenían era un televisor blanco y negro. En la noche del 13 de marzo, mientras los prisioneros veían una película, un celador ordenó apagar el televisor, lo que provocó una resistencia liderada por Jorge “Pato” Tolosa. Esa decisión desencadenaría una serie de eventos trágicos.

El día del incendio

La mañana del 14 de marzo transcurría con normalidad hasta que sonó el silbato de la requisa. A diferencia de lo usual, más de 60 agentes penitenciarios irrumpieron en el pabellón, gritando e intentando retirar a Tolosa. Ante la intimidación, los reclusos levantaron barricadas improvisadas con los muebles disponibles.

Las fuerzas penitenciarias retrocedieron y comenzaron a lanzar gases lacrimógenos y a disparar armas de fuego, generando el caos dentro de un pabellón ya sobrepoblado. El pánico se desató y, en medio del tumulto, los colchones comenzaron a arder. El fuego se propagó rápidamente, creando una nube de humo denso que asfixió a muchos de los reclusos.

Testimonios de la tragedia

Hugo Ciardiello, un sobreviviente de 25 años en ese entonces, describió momentos aterradores, donde varios de sus compañeros cayeron “como moscas” al intentar escapar. El incendio fue devastador; las autoridades penitenciarias no permitieron la entrada de bomberos, lo que intensificó la tragedia. Tras el fuego, Ciardiello encontró pilas de cuerpos sin vida.

Entre los sobrevivientes se encontraba Hugo Cardozo, quien tenía apenas 19 años y había sido encarcelado por un robo de auto. En el momento del incendio, Cardozo decidió luchar por su vida y, junto a otros prisioneros, logró salir del pabellón. Sin embargo, las condiciones no mejoraron, ya que después fueron sometidos a golpizas y llevados a celdas de castigo.

Un legado de dolor y silencio

La masacre del pabellón séptimo dejó una huella indeleble en las familias de las víctimas. Verónica Sosa, hija de una de las víctimas, relató cómo su familia optó por guardar silencio y encubrir la verdad. La historia se transformó en un tabú, donde la ausencia del padre se justificaba con relatos falsos. El tiempo demoró hasta que pudiera buscar respuestas sobre su padre, quien falleció en la masacre.

A lo largo de los años, el estigma de la tragedia se mantuvo. Para muchos, lo ocurrido en Devoto sigue siendo un recordatorio del horror y de las condiciones inhumanas a las que estaban sometidos los prisioneros durante la dictadura.

Compromiso por la memoria

Hoy, tras el veredicto del tribunal, los sobrevivientes y familiares de las víctimas sienten que se ha hecho justicia, aunque consideran que aún falta. La reparación, sostienen, debe incluir la modificación de las condiciones de encarcelamiento actuales para evitar que tragedias similares se repitan.

El Comité contra la Tortura de Naciones Unidas ha señalado que la situación en los lugares de detención en Argentina es grave, instando a adoptar medidas urgentes que garanticen condiciones de detención acordes con los estándares internacionales.

La Masacre del Pabellón Séptimo ha salido finalmente del olvido y se le ha dado un nombre a sus víctimas. La lucha por la memoria de aquellos 65 hombres sigue siendo una prioridad para quienes sobrevivieron y para las familias que todavía buscan justicia.

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